"Sé que estás asustada. Que tienes miedo porque no sabes qué existe en esta habitación y qué no.
No te preocupes. Estoy aquí para ayudarte en lo que necesites.
Me oyes, ¿verdad?
Oyes también otras cosas ahora mismo. Voces desagradables, que no te tratan bien. No sabes quiénes son sus dueños, pero eso es lo que menos importa en este momento. Además las estás oyendo ya mucho tiempo y te ponen muy nerviosa. Tanto que incluso llegas a hacerte daño a ti misma o a enfurecerte, haciendo que otros lo paguen. Eso no es bueno.
Es muy difícil lo que te voy a pedir, pero no les hagas caso. Inténtalo al menos. Al principio te costará, porque están bombardeándote día y noche, y te exigen cosas horrorosas: que hagas daño, que mates a alguien, que incluso te suicides. Pero tú no quieres eso realmente.
¿Que cómo lo sé? Primero porque tú misma me lo has contado en otras ocasiones. Y segundo, porque lo normal es que esas voces no sean buenas y quieran destruirte.
Así que ni caso.
Mírame.
Estoy aquí sentada y no te rechazo. No quiero hacerte daño, no te voy a insultar ni gritar. Sólo quiero hablar, con tranquilidad. De lo que tú quieras: de qué te preocupa en este preciso instante, de qué esperas conseguir con todo esto, de tus planes para las vacaciones, de tus hijos o de lo que has desayunado esta mañana. De lo que te apetezca. Cualquier cosa me vale para que estés más tranquila. Estoy dispuesta a escucharte, y si quieres, también a aconsejarte y consolarte.
No tengas prisa por terminar de hablar, te mereces todo el tiempo del mundo.
También me has explicado alguna vez que la gente por la calle te mira mal y se ríe de ti. Que algunos vecinos te han retirado el saludo y no quieren subir contigo en el ascensor. Me has contado llorando que incluso han llegado a perseguirte para burlarse.
¿Sabes qué te digo? Lo mismo que con las voces: ni caso. Es su problema. Y no todo el mundo lo hace, te lo aseguro. Tu familia y tus amigos no, por ejemplo. Y yo tampoco.
¿Quieres otra prueba? Dame la mano.
¿Ves? Está tibia y reacciona a tu contacto sin maldad. Eso no lo hacen las voces. Puedes tocarme, puedes ver que no quiero pegarte, ni arañarte, ni tengo nada con lo que hacerte daño.
Igual que yo te estoy dando la mano ahora mismo, la gente que te quiere también. A menudo además. Te abraza, te besa, te seca las lágrimas, se coge de tu brazo para ir por la calle.
Espero que te hayas dado cuenta de que mis intenciones son buenas, aunque alguna vez te he dicho cosas que no te han parecido bien. Como que era muy importante que no faltaras a nuestras revisiones, o que no te acostaras de madrugada y te levantaras al mediodía. Todo eso es por tu bien. Quiero cuidarte para que estés mejor. Y también puedo, quiero y debo acompañarte y tranquilizarte cuando te vuelves a encontrar un poquito peor.
Pese a todo esto, es posible que sigas temerosa, creyendo que quiero ganarme tu confianza todos estos meses que has venido para, en cuanto te des la vuelta, hacerte todo el daño posible. Pero te prometo que no es así.
Veo, huelo, oigo, me muevo, río y lloro igual que tú muchas veces. No somos tan distintas, ¿a que no?
Soy real. Tan real como tú."
Feliz Día del Libro.
Nurse Lecter
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