jueves, 17 de abril de 2014

Presentación

¡Hola a todos!

Empezaré desde el principio.
En tercero de carrera empezó a mencionarse en los pasillos de la facultad y en las prácticas una cosa llamada EIR. Yo sinceramente no tenía ni idea de lo que era eso, hasta que poco a poco me fui informando; de todos modos no le di demasiada importancia. El año pasado, a puntito de terminar la carrera -y en vista del panorama actual-, me dije: "¿Por qué no probamos? Lo peor que puede pasarme es no conseguirlo, y aun así tendría experiencia y material para la próxima convocatoria".
Así que me apunté a una academia a mediados de abril y me metí de lleno en todo este lío. A eso se le unieron el TFG a lo largo del segundo cuatrimestre, las prácticas curriculares... y unas extracurriculares que pedí en verano. Aunque parezca que no tenía tiempo ni siquiera para respirar, nada más lejos. Siempre me dejaba un ratito al día para mí y en el mes de agosto no hacía absolutamente nada los fines de semana.

Poco a poco nos metimos en septiembre. Y ahí sí que me puse a estudiar totalmente en serio. Concretamente diez horas al día, seis días a la semana. Mis horas de descanso eran los sábados desde las 9 de la noche hasta las 11.30 los domingos por la mañana. Porque no os voy a mentir, casi todos los sábados he salido a cenar y luego a tomarme algo... recogiéndome pronto, eso sí.
A pesar de no incrementar las horas de estudio con el paso de los meses, yo misma notaba que cada día aprovechaba mejor el tiempo. 
El peor mes fue enero, sobre todo las dos últimas semanas. Me veía sin plaza en el examen, o con plaza pero lejos de casa, y eso me desmotivaba muchísimo. Procuraba no pensar en eso, y así iba saliendo del paso.

Nos plantamos en el temido 1 de febrero, el día del examen .La noche anterior vi mi película favorita y dormí muy tranquila. Me desperté a media mañana, comí, me vestí y me fui al campus a examinarme. Para mi sorpresa, durante el examen no pasé grandes aprietos con las preguntas y estaba bastante relajada. Apuré las cuatro horas al máximo y no salí con mala impresión. El problema viene después, a la salida, cuando la gente empieza a comparar las respuestas y a comentar las preguntas... Salí de allí pitando, ¡me faltó tiempo, vaya!
Luego viene lo que no te cuenta nadie, y es que salen, por este orden: las claves provisionales, los días para impugnar, las claves definitivas, los resultados provisionales y los resultados definitivos... MUY ESPACIADOS EN EL TIEMPO. Desde que hicimos el examen en febrero hasta los resultados definitivos del examen el 25 de marzo, echad cuentas. Es la conocida "ansiedad postEIR", que todos pasamos en mayor o menor medida.

El día que vi mi número de orden provisional fue increíble. No puede describirse mejor. Tenía un número bastante aceptable, teniendo en cuenta que me había presentado por primera vez, el total de opositores era de 17.400 para 961 plazas -que luego bajaron a 955-, había gente que había estudiado más tiempo o tenía más tablas porque se había presentado más veces que yo... en fin, fue como un sueño. De hecho me daba miedo siquiera que todo fueran imaginaciones mías. ¡Incluso creí que había leído mal mi número!

Llega el día de ir a Madrid a elegir plaza, a mediados de abril. Yo quería a toda costa quedarme en mi ciudad, y tuve mucha suerte: ocupé la penúltima plaza que se ofertaba, la cual resultó ser de Salud Mental.
La verdad, es una especialidad con la que estuve mucho tiempo dudando. No había pisado nunca -ni en las prácticas-, un hospital psiquiátrico, la gente me decía que sería lo último que ellos cogerían, que no iba a poder trabajar con estos pacientes, que tuviera cuidado... ¿pero sabéis? No me arrepiento de haberla elegido. De hecho, una amiga me ha dicho con total sinceridad: "De todas las especialidades, es la que más te pega". Por algo será, digo yo.

Y éste es el primer capítulo de mi historia como residente de Salud Mental. Espero que haya muchos más y poder compartirlos con vosotros, porque me hace mucha ilusión.

¡Hasta la próxima!

Nurse Lecter

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